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La imaginación (del latín imaginatĭo,-ōnis) es un proceso creativo superior que permite al individuo manipular información generada intrínsecamente con el fin de crear una representación percibida por los sentidos. Esta representación (intrínsecamente generada) significa que la información se ha formado dentro del organismo en ausencia de estímulos del ambiente. En lo que respecta a sentidos de la mente, son los mecanismos que permiten ver un objeto que se había visualizado previamente pero que ya no se encuentra presente en el ambiente. Cabe aclarar que cuando se imagina no se reduce solo al sentido de la visión, sino también a otras áreas sensoriales.
Stefan Szczelkun caracteriza la imaginación como la formación de experiencias en la mente de la persona, que pueden ser recreaciones de experiencias pasadas, tales como memorias vívidas con cambios imaginados, o escenas inventadas por completo e inclusive fantásticas.[1] La imaginación ayuda a que el conocimiento sea aplicable en la resolución de problemas y es fundamental para integrar la experiencia y el proceso de aprendizaje.[2][3][4][5] Como enfoque para construir teorías, se denomina "imaginación disciplinada".[6] Un entrenamiento básico para la imaginación es escuchar contar historias (narración),[2][7] en las cuales la exactitud de las palabras utilizadas es un factor fundamental para "evocar mundos".[8]
En el sentido anterior la imaginación tiene semejanza con el proceso de percibir. No obstante, la primera no se limita a la segunda. La imaginación es un proceso más abstracto, esto es, que no necesita de un objeto presente en la realidad (en ese instante), ella se sirve de la memoria para manipular la información y relacionarla de formas que no dependen del estado actual del organismo. Es decir, la imaginación toma elementos antes percibidos y experimentados, y los transforma en nuevos estímulos y realidades.
Los orígenes del estudio de la imaginación datan desde las reflexiones filosóficas. No obstante, su posicionamiento como materia de estudio científico, pretendidamente alejado de especulaciones metafísicas, se da con el nacimiento de la psicología experimental, pese a esto, se conserva como un componente psíquico lejos de ser descifrado. Es solo hasta finales del siglo XX y principios del presente siglo que la imaginación se toma como desafío para la investigación psicológica y neurocientífica, y los métodos conjuntos de neuroimagen y conductuales permiten vislumbrar hipótesis de cómo el cerebro imagina.
Los psicólogos han estudiado la imaginación, no solo en su forma de creatividad y expresión artística, sino también en su forma mundana de la imaginación de todos los días y han propuesto que está basada en los mismos procesos cognitivos que el pensamiento racional.
Existe la imaginación reproductiva y la imaginación creativa. La reproductiva es cuando recreamos imágenes de hechos pasados y que están en nuestra memoria. Y la imaginación creativa es cuando motu proprio creamos imágenes por nosotros mismos. Esta imaginación puede ser positiva o negativa. Es positiva cuando imaginamos la solución algún problema y entramos en un estado emocional positivo. La negativa es cuando nos representamos cosas en nuestra mente de problemas sin solución entrando en estado de impotencia. A este tipo de imaginación creativa también se le suele denominar visualización creativa.